Mi último viaje en el 2011 fue a Rio de Janeiro. Sin duda, una de las ciudades con más encanto de Brasil y Latinoamérica.
Al llegar, no pude evitar relacionarla con mi ciudad natal, Caracas. Sin embargo, el hecho de desarrollarse frente al mar, hizo que le encontrara un encanto único. Desde el corcovado se puede observar montañas con formas singulares, que llamaban mucho mi atención y en especial, el pan de azúcar.
A pesar de las risas que escuchaba al decir estas palabras a los cariocas, por lo antiguo que son y el simple hecho de fijarme en algo tan inusual, para mi resuelven todas las necesidades de una cabina de teléfono como privacidad al hablar y un cubrimiento de la lluvia en una forma circular deformada.
Esto permitió crear un objeto inteligente, económico y estético. Basta con recordar que el buen diseño se encuentra en lo sencillo y no ostentoso. A parte de darle un toque bonito a la calles.
¡Bravo a la persona que los haya inventado!